En el éxito compra ella, con ropa suelta, cara de cansancio y pelo desarreglado. Ella que llevaba un mercado poco sano, de persona que no tiene mucho afán por cocinar, ni mucho cariño por la cocina. Que come por necesidad, que hace mercado por necesidad.
Llevaba un paquete de tortillas, unas cuantas latas de atún, varios sobres de bebidas dietéticas instantáneas y algunos vegetales que no pude identificar, porque ya estaba siendo muy aparente mi interés en ese conjunto miserable de relleno para el estómago.
Ella, que iba cansada quién sabe por qué. Seguro porque tuvo una semana pesada en la universidad, porque no es muy hábil estudiando economía, o tiene problemas para aprenderse las partes del sistema nervioso.
Ella, que iba de afán quién sabe por qué. Tal vez porque había quedado de almorzar con un tipo poco especial. Un tipo que no le caía muy bien, pero como estaba desocupada, aburrida y cansada, vio en él la mejor excusa para distraerse y comer helado. Y tal vez sentirse querida y apreciada en esta ciudad que no quiere a nadie.
Y en el éxito compro yo, que sentí ganas de perder la vida por el estruendo del merengue acelerado que sonaba por los altoparlantes ese mediodía lluvioso de sábado.
domingo, abril 03, 2016
jueves, marzo 31, 2016
Fallar
Nadie nos enseña a fallar. O mejor, nadie nos enseña qué hacer cuando, inevitablemente, fallemos.
Toda la vida nos dicen que seamos buenos hijos, que seamos estudiantes aplicados, que seamos ordenados, que no metamos el pipí a la aspiradora, y un largo etcétera de pasos para seguir, que nos darían una infancia-adolescencia-vida tranquila.
Pero inevitablemente vamos a fallar. A pesar de seguir las instrucciones al pie de la letra, va a llegar la inestabilidad que nos derrumbe el jenga. Y si siempre fuimos aplicados y juiciosos, no vamos a saber qué hacer.
Inevitablemente la cagaremos en el trabajo. Inevitablemente nos vamos a enfermar. Inevitablemente perderemos plata. Inevitablemente defraudaremos a los que nos quieren.
Yo no sé qué hacer al fallar. Yo, un tipo falto de seguridad, confianza y amor propio, soy el menos indicado para saber qué hacer cuando llega una falla, o cuando ocasiono una falla, o cuando la caca llegue al ventilador y ensucie toda la habitación. Básicamente, porque pasé toda la vida "en coche", con gente que solucionaba problemas por mí, y acomodaba las cosas para que yo pudiera seguir las instrucciones sin interrupciones.
Y no es por sonar malagradecido, pero eso nos hace daño. Nos hace crecer vulnerables, inexpertos y débiles. Nos obliga a aprender sobre la marcha, a improvisar, a descuidar cosas importantes por estar pendientes de la falla.
Y la gente... algunos te van a dar la espalda, otros a apoyar, otros a olvidar, otros a regañar. Y es normal, ellos no tienen la culpa de tu falla. Y su les afecta, probablemente reaccionen ante tu falla de acuerdo a la forma en que otros han reaccionado a las suyas.
Yo no sé qué hacer al fallar. Pero he tenido en cuenta algo que me enseñó el Dr. Jack Sheppard: dejar que el miedo te llene, pero solo por un tiempo determinado. Claro, el tipo es el único doctor-aventurero-peleador que tiene la capacidad mental para dejar que el miedo lo afecte por cinco segundos, pero es bueno aprender de él para aceptar la falla, la cagada, el error. Asumirlo por un momento, por unos días, por unas semanas. Pero siempre, siempre poder dejarlo atrás.
Y uno va coleccionando fallas. Que a fin de cuentas, enseñan más que los aciertos, son mejores anécdotas, nos hacen más interesante en las reuniones y nos dejan cicatrices para mostrar.
Toda la vida nos dicen que seamos buenos hijos, que seamos estudiantes aplicados, que seamos ordenados, que no metamos el pipí a la aspiradora, y un largo etcétera de pasos para seguir, que nos darían una infancia-adolescencia-vida tranquila.
Pero inevitablemente vamos a fallar. A pesar de seguir las instrucciones al pie de la letra, va a llegar la inestabilidad que nos derrumbe el jenga. Y si siempre fuimos aplicados y juiciosos, no vamos a saber qué hacer.
Inevitablemente la cagaremos en el trabajo. Inevitablemente nos vamos a enfermar. Inevitablemente perderemos plata. Inevitablemente defraudaremos a los que nos quieren.
Yo no sé qué hacer al fallar. Yo, un tipo falto de seguridad, confianza y amor propio, soy el menos indicado para saber qué hacer cuando llega una falla, o cuando ocasiono una falla, o cuando la caca llegue al ventilador y ensucie toda la habitación. Básicamente, porque pasé toda la vida "en coche", con gente que solucionaba problemas por mí, y acomodaba las cosas para que yo pudiera seguir las instrucciones sin interrupciones.
Y no es por sonar malagradecido, pero eso nos hace daño. Nos hace crecer vulnerables, inexpertos y débiles. Nos obliga a aprender sobre la marcha, a improvisar, a descuidar cosas importantes por estar pendientes de la falla.
Y la gente... algunos te van a dar la espalda, otros a apoyar, otros a olvidar, otros a regañar. Y es normal, ellos no tienen la culpa de tu falla. Y su les afecta, probablemente reaccionen ante tu falla de acuerdo a la forma en que otros han reaccionado a las suyas.
Yo no sé qué hacer al fallar. Pero he tenido en cuenta algo que me enseñó el Dr. Jack Sheppard: dejar que el miedo te llene, pero solo por un tiempo determinado. Claro, el tipo es el único doctor-aventurero-peleador que tiene la capacidad mental para dejar que el miedo lo afecte por cinco segundos, pero es bueno aprender de él para aceptar la falla, la cagada, el error. Asumirlo por un momento, por unos días, por unas semanas. Pero siempre, siempre poder dejarlo atrás.
Y uno va coleccionando fallas. Que a fin de cuentas, enseñan más que los aciertos, son mejores anécdotas, nos hacen más interesante en las reuniones y nos dejan cicatrices para mostrar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)